Federico Arana
Ciudad de México.- El músico y compositor mexicano Federico Arana considera que la sociedad está en deuda con el rock porque “le ha ayudado a sacudirse algunas lacras sociales”: machismo, anquilosamiento, cursilería, intolerancia, deformaciones morales de origen religioso, patrioterismo, analfabetismo, andorremismo y falta de sentido del humor, entre otras.

—Veo al rock como un género musical abierto y universal. Mi agradecimiento al rock es infinito porque me permitió ser músico sin tener las credenciales necesarias: ser independiente, gozar de cierta fama (por suerte no demasiada), conocer algo del mundo y vencer algunos de mis complejos.

Arana explica define al rock como una corriente abierta que “permite la entrada a todos los géneros musicales, incluso los que parecían imposibles, como el flamenco, el tango, la música clásica o el son jalisciense”; y universal, porque “es ejecutado con solvencia en los mundos occidental, oriental y anexos”.

El Chopo y la independencia



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Federico Arana (Tizayuca, Hidalgo, 1942) es un escritor que ha hecho del rock uno de los ejes temáticos de sus publicaciones. Desde su primera novela, Las jiras (1973), pasando por Roqueros y folcloroides (1988) o en el ya clásico (publicado en cuatro tomos en un principio y luego en un solo libro) Guaraches de ante azul (1985) y, ahora, con Grandezas y miserias del rock mexicano (dos tomos, 2018), Arana regresa al mismo tema: el rock & roll como un marco de referencia con el cual analiza el mundo.

—El surgimiento explosivo de las producciones independientes y el nacimiento del Tianguis del Chopo, que sirvió para dar cauce a las grabaciones no respaldadas por compañías disqueras grandes o pequeñas, detonaron la sociedad. También es importante la desdramatización y erradicación de cuantos prejuicios y prohibiciones obstaculizaron al rock desde fines de los años cincuenta. Entre las pocas cosas positivas que pueden atribuirse al sexenio de Salinas de Gortari está la normalización y legalización del rock en el año 1991.

Sobre su más reciente publicación doble, Federico Arana dice que al salir los cuatro tomos de la versión original de Guaraches de ante azul (historia del roc mexicano) , muchos músicos y aficionados le reclamaron que tal o cual grupo no figurara en la obra, para lo cual arguye que con las fuentes disponibles en la Hemeroteca de la UNAM no podía llegar mucho más lejos:

—Con los años fui adquiriendo discos y revistas que daban para hacer una especie de complemento que, además, permitiera corregir algunos errores derivados precisamente de la falta de información. Por otra parte, ya era urgente decir: “¡No, señores, dejen ya de fumigarnos, los grandes años del rock no pueden limitarse a Angélica María, César Costa y Enrique Guzmán!”

Interrogado sobre si es igual de complicado tener espacios como roquero que como escritor de rock, Federico Arana admite que la conquista de espacios para el escritor y para el músico es un “asunto bastante peliagudo”, sobre todo porque se considera normal que todo se haga gratis:

—Así como la solvencia musical ha llegado a lo que en las universidades se llamaría “niveles de excelencia”, el discurso literario del común de los roqueros mexicanos resulta plano, bárbaro y aburrido. El colmo es la existencia de la Escuela del Rock a la Palabra en que la calidad de los maestros de música es innegable, pero el cacique director se dice poeta y, como “palabra”, pretende imponer sus rollos y obsesiones (confusión, pretensiones desproporcionadas, falso compromiso).