Lorena RamírezCiudad de México.- Llueve con furia. Lorena Ramírez sortea el agua que ha convertido esta calle de Chihuahua en un río y, después de 50 kilómetros de correr sin pausa, llega a la meta. Una mano le cuelga una medalla, otras cuantas palmean su espalda. La corredora rarámuri viene hecha una sopa, con la falda tradicional escurriendo. No lleva tenis. Como todos los rarámuris, ella corre siempre con sandalias de plástico.

La escena es parte del documental de Lorena, la de pies ligeros que, a su vez, es un capítulo de la miniserie Río Grande, Río Bravo de Netflix. Dirigida por Juan Carlos Rulfo —hijo del autor de Pedro Páramo— y producida por el también actor Gael García Bernal, se trata de un cortometraje de 28 minutos que muestra a una mujer que, además de correr, se dedica a cuidar sus cabras en las montañas rocosas y escarpadas de Guachochi, un lugar enclavado en la Sierra Tarahumara.


A sus 24 años, Lorena casi no sonríe. Mira el paisaje que se le rinde bajo los pies con un semblante sereno y tan parco como las respuestas que susurra, casi siempre en rarámuri, a las preguntas que los documentalistas le plantean frente a la cámara.

Ahí está el interior de su casa, el padre que la enseñó a correr, el hermano con el que vive actualmente y quien trata de seguirle los pasos; la pared de donde cuelgan decenas de medallas; las sandalias con los que corrió ya más de 500 kilómetros —en Chihuahua, Puebla, Ciudad de México y hasta Tenerife, en España— así como los tenis de marcas reconocidas que tiene guardados en una bolsa, intactos en sus respectivas cajas y que jura nunca usará.


También se habla de sus logros. Del legendario Ultra Trail Cerro Rojo de 50 kilómetros, en Puebla, que ganó luego de correr en campo traviesa por siete horas y 20 minutos, y que la pusiera en el ojo de la atención mediática en el país. De las tres veces que ha completado 100 kilómetros de hilo en Chihuahua, con primeros y segundos lugares.

Aunque el documental es impecable en cuanto a imagen, también se antoja incompleto. Poco se abunda en el significado real del acto de correr para las familias de la Sierra Tarahumara. Las condiciones económicas y alimenticias en la que viven la mayoría de quienes se autoadscriben como rarámuris, apenas se tocan. Nada sobre el olvido gubernamental que azota no sólo el deporte, sino la vida en general en esa región donde todos tienen un motivo para correr de algo.

Se entiende que el formato de mediometraje impide extenderse sobre ciertos detalles. Pero detrás de la voz dura de Lorena y de su colorida falda debe haber algo más que el misterio folklórico con el que se le busca revestir. La de Lorena podría ser una historia aún pendiente de contar.